Invitados de honor

martes, 4 de noviembre de 2008

La esperanza en un cajón -4ª parte (final)-

Dentro del cajón de la mesita de noche estuvo todo este tiempo la felicidad escondida. ¿Cómo es que nunca se te ocurrió mirar ahí dentro, Esperanza? O quizá si se te ocurrió pero te dio miedo encontrarla y tener que mirarla cara a cara. A lo mejor tenías miedo de que te dijera las cosas claras, que eso que sientes por las noches y que te confunde y te sume en el desasosiego no es cansancio ni nada fisiológico aunque tú te empeñes, que lo que te tiene en vela y te llena de ansiedad es una mezcla de tristeza impuesta y el amor negado. Que tienes que dar un puñetazo en la mesa, Esperanza. Que a lo mejor no es la felicidad lo que hay dentro del cajón, sino su voz que te llama a gritos y te pide que des el paso.

Fue un miércoles por la mañana con el marido trabajando y las vecinas en el mercado así que nadie pudo verla partir. Llevaba unos vaqueros elásticos de color violeta que hacía meses que no se ponía y una camiseta con la portada del último disco de su grupo favorito. Y eso que hacía ya más de dos años que no tenía ánimo ni para escuchar música. Se maquilló por primera vez en muchísimo tiempo, a su gusto, con cierta torpeza. Llena de ilusión se colocó uno por uno sus anillos, sus pulseras, sus colgantes, y eligió unos pendientes con forma de luna y los colores del arco iris. Cogió su mochila vieja y la llenó de cuadernos y libros hasta que no pudo cargar con más peso. Metió dentro también su posesión más preciada: las trece cartas atadas con la cinta negra del primer cajón de la mesita de noche. Se soltó la melena y no dijo ni adiós.

Ese mismo medio día Esperanza cruzaba paisajes cambiantes, viñedos, mesetas, arboledas, ríos, montes, valles y olivares para ir al encuentro de sí misma en un vagón de pasajeros.
Horas más tarde hacía pie en una estación desconocida donde la esperaba un hombre de ojos verdes y largo cabello rubio que le tendía los brazos abiertos y la llamaba por su nombre: Libertad.

3 comentarios:

Eirene dijo...

Maravilloso. Fresco. Como la historia que subyace. Nostálgica la huida en tren q evoca el Romanticismo de los primeros ferrocarriles. Creo q no has elegido el tren porq sí. Es un símbolo...

Respecto a tu comentario en mi blog: Muchas mudanzas? Yo he vivido en varias ciudades, creo q debo ir por las 12 mudanzas también. Ja,ja,ja. Pero éste piso viejo en el centro de la ciudad, con mi chico y mi gato es un hogar auténtico, con espacios a mi imagen y semejanza.

Tras 13 ó 14 horas de trabajo diario, es un rincón de paz interna y externa. Absoluta.

Versus Die dijo...

somos afortunadas después de todo, eh?

Ayrim dijo...

Que bonito (iconoyoroso)! Bravo!, Bravo!

Y luego subire el meme ese que has hecho a mi blog. Pero hoy no, que he escrito sobre una pesadilla asquerosa que he tenido...puaggg

Un besooo Versus Uzala!