Invitados de honor

jueves, 30 de octubre de 2008

La esperanza en un cajón -1ª parte- por Irene Puente

Siempre había llevado el poder de la palabra en las venas, pero

Había sentido durante décadas cómo algo indefinible la recorría de arriba a abajo y la sumía en un desconcierto y una inquietud extraña. Algo que no lograba explicar pero que siempre estaba presente y la sorprendía a todas horas, mientras se lavaba los dientes frente al espejo del cuarto de baño, cuando contaba el cambio que le habían devuelto en la panadería, o leyendo los ingredientes de una receta que se proponía preparar por fin, pero que al final nunca llegaba a cocinar. Una sensación constante de ausencia de algo, pero ¿qué puede ser? Esta sensación era más fuerte, sobre todo, después del anochecer, cuando se iba a dormir. Todas las noches el mismo ritual, recoger los platos sucios de una cena silenciosa, desvestirse, cepillarse el largo aunque algo descuidado cabello, dar las buenas noches al primer cajón de la mesita que tiene junto a la cama, cerrar los ojos, y en el último segundo antes de entrar en la primera fase del sueño… un sobresalto, darse cuenta de que falta algo. Después de mucho rato solo queda dormirse de agotamiento, involuntariamente, sin haber llegado a descubrir qué es esto que tanto la inquieta.

Siempre había llevado el poder de la palabra en las venas, pero

Vuelta a la insatisfacción cotidiana. Su vida, por ahora, no tiene mucho que ofrecerle, se contenta con dejar pasar los días como un grifo que gotea, a sabiendas de que el agua derramada ya no puede recuperarse, queda perdida para siempre.

Las horas de la tarde son las peores y las más largas. Por la mañana basta para pasar el tiempo preparar un desayuno que tomará sin ganas, asearse, vestirse… bueno, vestirse no, hoy también se quedará en pijama. Como cada día verá un rato la televisión mientras hace alguna tarea doméstica, esperará a que llegue el cartero con el ligero temor de comprobar que aparezca con las manos vacías, tomará un aperitivo, hará la comida, y quizá vea un poco más la televisión hasta que llegue su marido de trabajar.

Pero, ¿qué hacer por la tarde? Dios mío, cómo tarda la luna en llegar al cielo, ¿será posible que hoy también haya atasco en el horizonte?

Las agujas del reloj de la cocina caminan en dirección contraria, el reloj de arena tiene dentro una piedra que no deja pasar el tiempo, los rayos del sol no encuentran el camino a través de la ventana.

La comida se ha quedado fría en el plato, y ella se debate entre calentarla una vez más o tirarla a la basura.

Siempre había llevado el poder de la palabra en las venas, pero

2 comentarios:

Ayrim dijo...

Me gusta la forma en la que narras las cosas..., me gusta lo que cuentas...espero las siguientes partes.

Versus Die dijo...

muchas gracias ayrimcica wapaaaa