Invitados de honor

viernes, 31 de octubre de 2008

La esperanza en un cajón -2ª parte-

Esperanza mira por la ventana para ver a los niños que juegan a la pelota en la calle. Se pregunta de dónde sacan las energías para ir a recogerla tantas veces hasta el final de la cuesta. También se pregunta por qué no es capaz de recordar la última vez que ella rió de esa manera, la última vez que fue feliz.
Y es que ya está cansada de jugar al escondite con la felicidad día tras día. Las reglas del juego al que se abandona desde que llegó aquí no permiten esconderse fuera de esta casa pero ella siempre se las salta. Esperanza se resigna a seguir buscando y, aunque sabe que no está y que nunca la encontrará entre estas paredes, sus pasos la conducen una vez más hasta la mesita de noche de los picos arañados. Acaricia su superficie con gesto cansado, da media vuelta y sigue buscando.
Recorre las habitaciones una tras otra con paso lento y cuidado porque le pesa el abatimiento y tiene miedo de caer y romperse en mil pedazos. Como aquel bonito termómetro de Galileo que compró tan ilusionada en aquel bazar chino y que miraba embelesada, atenta al subir y bajar las bolas de colores, y contemplando el brillo de la luz sobre sus paredes de cristal, hasta que se le escapó entre los dedos y se hizo añicos en el suelo del salón, derramando su fluido como quien derrama la vida en sangre. Esperanza pensó que era justo, que no se podía engañar al destino, que si a ella le había tocado sufrir no tenía derecho a otra cosa. Aprendió la lección y, desde entonces, no se ha permitido volver a disfrutar más pues si no tienes nada, nada tienes que perder.

1 comentario:

Ayrim dijo...

Siempre hay ganas de ir a por la pelota al final de la cuesta, no se como, pero hay gente que siempre va...

Quiero mass!! xDDD