Imagino el ideal: una cabaña de madera, con el techo cubierto de musgo, junto a un gélido lago de cristal rodeado de bosques blancos, el aroma del café, el crepitar de la lumbre, la vida contemplativa, dedicada únicamente a absorber y crear. Despedirse del sudor, del olor a gasoil, de los hirientes decibelios, humo de tubos de escape, el hedor a alcohol y tabaco que todo lo impregna... Mi alma clama por librarse de estos tormentos
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